miércoles, 27 de mayo de 2015

Ramadán: una fecha más en el calendario

El pasado viernes 16 de noviembre la Asociación Islámica del Perú celebró el año nuevo musulmán en Lima. "Celebró" es un eufemismo para definir solamente el paso de una fecha que es lo mismo que un saludo a la bandera.

Además de los acontecimientos del calendario lunar -que rige el ritmo de vida del musulmán- la celebración del año nuevo es una efeméride del éxodo del profeta Mohammed (Mahoma, para el castellano) desde La Meca con destino a Medina. Este suceso, que pasaría a la historia como la Hégira, se dio alrededor del año 622 de la era cristiana, a partir del cual se empieza a contar lo que sería el año cero de la era islámica.

Estamos entonces en el 1434 de las cuentas de este calendario y la fecha de hoy no es celebrada como una festividad religiosa como se puede presumir en otras culturas, ni mucho menos hay una oración especial de la cual se pueda formar parte. No es navidad. Nadie va a romper nada.

Perdón, pero ¿a qué vinimos entonces?


Crónica de una no-celebración (?)

No sabía a quién abrazar o desear un feliz año nuevo.

Llegué a mediodía como me dijeron pero no encontré a nadie. En la 
puerta, Juliana, la mujer peruana convertida al islam encargada del mantenimiento del centro de oración de la Asociación Islámica del Perú, me dio la bienvenida y me invitó a sentarme mientras esperaba a mi entrevistado, que ya no tardaba en llegar.

Esperé y empecé a mirar el lugar tan inusual al que había llegado.

El centro de oración musulmán es una gran casona vieja que ocupa toda una esquina en el distrito de Magdalena. Tan solo a dos cuadras se encuentra el parque Túpac Amaru II, el mercado municipal de Magdalena y la iglesia salesiana del Sagrado Corazón de Jesús. Por dentro, el lugar tiene un jardín enorme y baños a los costados, donde los fieles entran para lavarse los pies luego de hacer sus oraciones. Es un espacio cómodo y pleno, de esos que te invitan a pensar hacia adentro por el único ocio de hacerlo. Como estar en una cafetería sin taza de café, sin revistas, sin cigarro, sin otros comensales y sin extrañar la ausencia de todo eso.

El cuarto que ocupa la entrada principal es la sala de oración. Es lo primero que se ve luego de pasar por la puerta de metal. Es un cuarto grande sin muebles, cuyo suelo está cubierto de alfombras que evidencian una procedencia persa. Unos cuadros y alfombras con imágenes de La Meca y con palabras en árabe adornan las paredes de esta sala. Solo se puede acceder a esta con el fin de meditar y orar. Solo se puede acceder con los pies descalzos.

Hay una cuestión muy importante respecto a los pies en la religión musulmana. Luego de que yo me sentara en una silla fuera de la sala, llegaron algunos hombres para empezar la oración del día. Es un ritual aparte el hecho de prepararse para entrar a orar. Uno se sienta fuera del salón de oración y empieza a sacarse los zapatos, los cuales dejan por partes en los estantes al lado de la puerta o solamente en el suelo del marco de la puerta de la sala. Hacen uso de talco para los zapatos y también para sus pies, ya que algunos incluso querían hacer sus oraciones con el pie desnudo en las alfombras. 

Todo limpio, todo muy ordenado.



La sala tiene sus propias reglas. Nadie puede entrar con zapatos. Todos deben de guardar silencio para respetar el rezo de los demás. Las mujeres no pueden entrar, hay una sala aparte para que ellas puedan orar.

Casi al mismo tiempo cuando los hombres habían tomado asiento en el espacio de la sala, el Imam apareció para empezar los cánticos de llamada a la oración del mediodía. La lectura del Corán se realiza en gran parte a través de recitales. Hay incluso un concurso a nivel internacional para los niños que logran aprenderse y cantar todo el Corán, como un símil de la competencia del Spelling Bee norteamericano.

El canto comienza y yo sigo desde afuera observando todo. Los hombres, todos, han bajado la cabeza, como si se tratase de una postura de sumisión ante Dios. El Imam sigue recitando mientras lee el libro sagrado desde el otro lado de la sala, como en un cuarto aparte. El Imam es el único que está parado. Su sola presencia captura lo enigmático del hombre islámico: un hombre de barbas largas vestido con un hábito negro y un turbante en la cabeza que recita en un idioma ajeno a nuestra lengua romance.

Mientras el Imam proseguía con su cántico, llega finalmente Damin, mi entrevistado, para absolver todas mis dudas acerca de lo que acabo de presenciar.

Toda esta ceremonia era solamente la oración del día...


Damin Awad

Damin Awad, el presidente de la Asociación Islámica del Perú, difícilmente refleja los 67 años de edad que lleva consigo. Mucho menos los 40 años que viene viviendo en el Perú, considerando que en el habla de su castellano hay aún vestigios de una lengua materna árabe.

Lo primero que hace Damin es disculparse por llegar tarde. Le dije que no tenía porqué disculparse, que era él quien estaba haciéndome el favor. Le comenté además acerca de lo poco que pude ver en la sala de oración, y si aquella era la celebración del año nuevo musulmán, o el sermón del que había escuchado.

“Año nuevo es solo una fecha en el calendario, no es una fiesta religiosa como los de cumplir con los pilares sagrados”, menciona Damin, quien además me cuenta que el año nuevo es solo una tradición de su calendario, pero no tiene ninguna connotación religiosa, social o comercial.

Le pregunto si no es en año nuevo que celebraban el éxodo de Mohammed hacia Medina, pero Damin insiste en que solo es una fecha en el calendario, no necesariamente un criterio para la festividad religiosa.

Para dejar claro su punto, Damin pone como ejemplo el Ramadán, la más grande –y tal vez la más conocida- festividad religiosa del Islam. El Ramadán es la celebración del fin del mes del ayuno, uno de los pilares sagrados de la religión musulmana así como la oración, la limosna, la profesión de la fe y la peregrinación. Al final del Ramadán si existe una celebración, ya que se festeja el día porque Dios nos dio salud para poder ayunar, dice Damin.

Mi terquedad me obliga a reconfirmar sobre el año nuevo. Era la razón por la que estaba ahí. Le pregunto entonces si aunque sea el año nuevo calendario es feriado para la comunidad musulmana. Entre risas, Damin menciona que no.

Con las cosas más claras acerca de la no celebración del año nuevo, quise saber cómo Damin percibía -desde su mirada musulmán- algunas de las celebraciones católicas tan conocidas en nuestro país, como el Señor de los Milagros, por ejemplo. 

La respuesta de Damin fue sencilla: “Tenemos que participar con nuestros amigos católicos en sus fiestas religiosas. Es necesario saludarlos y felicitarlos. Tenemos que tener siempre esta buena amistad con los amigos católicos y judíos”. 

Mi entrevistado afirma ser amigo cercano de los líderes religiosos del país, y dice mantener una buena relación con todos ellos. “Es una cuestión de vivir en armonía. El Islam no es para árabes o peruanos, es para todos, es una conducta de obedecer a Dios”.

Las puertas del centro de oración están abiertas para el público en general y Damin me extiende la invitación de volver el sábado por la tarde, donde hacen reuniones en español para discutir algunos temas relacionados con el Corán y su religión. Le agradezco y apago la grabadora. 

Y empezamos a hablar sobre otras cosas tanto más mundanas.



Junith

Junith es un joven musulmán que tiene apenas un mes viviendo en el Perú, luego de llegar desde Pakistán. Con la ayuda de gente de la comunidad musulmana, Junith ha podido habilitar un puesto de shawarmas en el mercado municipal de Magdalena, no muy lejos del centro de oración.

Ya que Junith no habla español, gran parte de las cosas que supe de él fue gracias Sebastián, su ayudante de cocina colombiano y compañero de habitación. Juntos son realmente una pareja bastante extraña. Junith se muestra muy reservado y concentrado en lo que hace. Muchas de las frases que conoce del español son precios, números e información clave acerca de su producto. Sebastián me comenta que Junith es muy receloso con sus acciones y muy cuidadoso con sus memorias.

Las shawarmas son una suerte de tacos (tortilla enrolladas, si quieren) de origen árabe. Son bastante curiosos. La carne -que puede ser res, pollo o cordero- es colocada en una barra de acero vertical, que da vueltas alrededor de una flama mientras se asa. Por tener un proceso tan particular para su cocción, la shawarma llama la atención de los transeúntes, quienes se detienen a preguntarle a Sebastián y Junith acerca del precio y de la forma cómo se sirve, o tal vez solo para contemplar un rato más como la carne da vueltas alrededor de la flama.

Y todos veíamos como la carne daba vueltas, como un mundo.

Como varios felices años nuevos, así.

El día del año nuevo musulmán fue un día más del montón para Junith. Se pasó el día entero en su puesto desde la 1 de la tarde hasta cerca de las 10 de la noche cuando el minimarket que le alquila el espacio tiene que cerrar. Junith se despide porque a la mañana siguiente deberá levantarse muy temprano. 

Preparar shawarmas no es tan fácil como parece. 

Todas las mañanas -cuenta Sebastián- Junith se levanta temprano para preparar la carne que van a poner a asar para la venta del shawarma. Además de ciertas especias para sazonar la carne, el proceso de preparación no sería en absoluto especial si no fuera porque los musulmanes solo pueden comer ciertas carnes debidamente sacrificadas de acuerdo a los mandamientos del Corán. La mañana entera de año nuevo, entonces, fue empleada por Junith para realizar sus oraciones diarias y preparar debidamente la carne que se dispondría a vender más tarde.

Así pues celebra un musulmán el año nuevo su calendario, sin mayores sorpresas ni contratiempos y trabajando como es debido. Ya habrán otras fechas para celebrar, con gustos comerciales de por medio tal vez, pero el musulmán no tiene otra costumbre que reunirse para el agasajo social de recibir, tal vez, un día más de vida para el ayuno sagrado.

lunes, 8 de abril de 2013

Diálogos sobre el Servicio Militar Obligatorio

Hasta el día de ayer, Mayra pensaba que el servicio militar era obligatorio en todos los países del mundo.

¿Les parece extraño?

De vacaciones, y luego de pasar por dos años de entrenamiento para formar parte de la reserva del ejército de Israel, esta joven judía de 21 años -a quién conocí en una discoteca barranquina el jueves- se encuentra ante una extraña realidad a la que confrontará por primera vez: la posibilidad (realidad) de que un país (el Perú) no cuente con un servicio militar de carácter obligatorio para sus jóvenes. 


Lo obvio: Perú no es Israel.

A diferencia de Israel, en el Perú ningún joven parece encontrarle utilidad o interés a las lecciones que pueda brindar un comandante del ejército nacional. Y es que la guerra se nos dio solo para lograrnos un par de fracasos y plantar falsos héroes en monumentos a batallas que incluso no fueron nuestras. Israel, por otra parte, vive en un conflicto bélico constante desde el mismo día que David Ben-Gurión proclamara su independencia en mayo de 1948. 

Así que ya pues. Miguel Grau puede ser el peruano del milenio por su comportamiento caballeresco en una guerra que no ganó, pero no es Moshé Dayán que derrotó a cinco países en menos de seis días. Y eso fue solo en una guerra, el tipo participó en por lo menos tres.


Moshé Dayán, el Chuck Norris judío

Esta vez nos encontramos en Miraflores. Mayra (este obviamente no es su verdadero nombre) es prima de una amiga mía que tiene familia en Israel y está en calidad de turista en Lima solo por unos días. El encuentro -que empezó tal vez primero con segundas intenciones- terminó siendo una densa conversación acerca de este tema, al cual desde hace semanas no le hicieron falta portadas ni opiniones especializadas en los diarios locales.

Cuando Mayra mencionó que había invertido años de su joven y vigorosa vida en servir al ejército de Israel, mi instinto periodístico improvisó un celular como reportera y se dio la siguiente conversación. A pesar de que Mayra posee un buen uso del español algunas respuestas quedaron inconclusas, pero se hizo el esfuerzo por mantener la coherencia a lo largo de la transcripción.

  • ¿Cuánto tiempo de Servicio Militar Obligatorio (en adelante, SMO) hiciste? 
  • Dos años después del colegio, al cumplir 18 años y medio. Todos los jóvenes están obligados a presentarse antes de cumplir esta edad. 

  • ¿Cuáles son los beneficios que el estado les da a las personas que hacen SMO en Israel? 
  • Después que terminamos el SMO ellos me dan trabajo en buenos lugares con un buen sueldo. Ellos te dan opción de trabajar con los municipios o el estado. Cuando estás armado y sirves al ejército, puedes trabajar con la policía para atrapar a la gente que trafica con drogas, roba o hace daño a la comunidad. Ellos pagan siempre que trabajes en algo que ayude a tu país.

  • ¿El SMO en Israel se limita solo a enseñarte a utilizar armas? 
  • No, me enseñan muchas más cosas. Me enseñan a manejar mejor mi responsabilidad, mi independencia, me dan la posibilidad de tener más lugares buenos para trabajar. Ellos les preguntan a los jóvenes si quieren estar con armas o en situaciones de peligro, entrenando cerca a los países que están en guerra con nosotros. Ellos (la fuerza armada) te enseñan Krav Magá y uso de armas en ese sentido. También aprendí a que no debo tener miedo, perdí el miedo. 

  • ¿Qué te ha enseñado la academia militar? 
  • Estar más responsable e independiente. Que no hay que preocuparse por las cosas pequeñas de la vida, cuando hay cosas mucho más peligrosas y hay que vencer el miedo. El entrenamiento está lleno de emociones muy fuertes, cosas que no atravesarías como una persona normal. 

  • ¿También les enseñan a usar material técnico además de las armas? 
  • Sí, nos enseñan a usar computadoras, radares, radio y mandar alertas para comunicarnos en situaciones de guerra. Obviamente nos enseñan a utilizar armas, tanques y hacer bombas. Nos enseñan a cómo vestirnos para la guerra, cómo utilizar un avión y cómo comportarnos en el barco en situaciones de conflicto en el mar.

*Se toma un sorbo de pisco tratando de pensar qué más decir. Le pregunto si se siente cómoda conversando de esto y me dice que sí, pero que le cuesta mucho encontrar las palabras exactas para expresar lo que quiere decir* 

  • Antes que empieces a estar en el ejército, ellos examinan tu perfil para ver si te van a alejar de casa, si te van a dejar portar un arma y ver cuántos días irías a entrenar y cuantos días volverías a la casa. Siempre están chequeando todo. Hay muchas cosas que son muy importantes que no necesariamente implican usar armas. Tú puedes hacer otras cosas para servir a la comunidad desde el ejército. 

  • Me comentabas que pensabas que el SMO era obligatorio en todos los países… 
  • Sí, yo pensaba esto. Ahora ya sé que no. Hay países que no deben porque no hay guerra. En Israel hay muchos países que nos odian. Tenemos muchos problemas con los árabes que quieren atacar a mi país. Por eso nosotros siempre tenemos que estar listos y alertas. Creo que el SMO es muy importante. Pienso que todos deberían hacerlo. Incluso si no hay guerra, es para ti mismo, para ser una persona fuerte y menos miedosa. Han sido los dos mejores años de mi vida porque me estudié a mí misma y conocí más de mi país. Descubres cuanto te importa tu país y que debes de cuidarlo para que todo vaya a estar bien. 

  • ¿Quiénes no hacen SMO en Israel? 
  • Los enfermos. Hay muchos enfermos que incluso quieren hacer servicio militar y el ejército les permite hacer labores pequeñas para colaborar. Los huérfanos o hijos mayores que deben cuidar a sus hermanos y son sostén de un hogar también están exonerados. Hay gente que siente que no es para ellos. Hay chicos que luego de cuatro meses se vuelven locos y quieren suicidarse porque es demasiada presión, demasiado miedo, y creen que no es el lugar donde deberían estar. El ejército es demasiado disciplinado y exigente. No debes llevar nada en el cabello, ni en las manos y debes estar siempre limpio. Hay chicos que no pueden estar en esa situación.
  • ¿Tú crees que en el Perú debe haber SMO? 
  • No tanto para el país, pero para las personas del país. A pesar de que no haya guerra o problemas de guerra, importa mucho el SMO porque creo que te vuelve una mejor persona. 

Y eso fue lo último que debí escuchar para considerar apagar la reportera. Mayra me había brindado no una visión especializada del problema, no de una mirada macro desde la institucionalidad del servicio militar, pero una consideración personal: el servicio la convirtió en una mejor persona y considera la experiencia como uno de los momentos más gratos de su vida. 

Perú no es Israel. Perú no cuenta con los mismos recursos o no se encuentra en las mismas situaciones. Pero eso no tiene porque invalidar esta visión tan personal. La pregunta cae de madura: ¿deberíamos eximir de esta experiencia a nuestros jóvenes peruanos? ¿quién debería salir en defensa de los jóvenes a exigir mejores beneficios para este servicio?

Y la típica pregunta: "¿qué pasaría si...?"

Los dejo con otro vídeo de Roy Elghanayan, el papi del Krav Magá.